LECTURA DE TEXTOS COMPLETOS

Aquí tendrás acceso a lectura completa de textos narrativos, como cuentos, relatos, microcuentos y fragmentos de novela, del expediente literario del autor Domingo Latrille, a partir del año 2015 a la fecha, incluyendo secciones de sus cuatro obras publicadas, escritos dispersos y también obras seleccionadas como finalista en concursos internacionales, siendo publicado en antologías con otros escritores latinos. Una de ellas es la Antología Destinos Entrelazados II, de Editorial Komala en Colombia año 2023. También Antología Cuentos De Mentes Editorial Rubín Buenos Aires Argentina 2023. 
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UNA PLAYA CUYO NOMBRE NO ES AMOR

El autor chileno en representación de su ciudad Iquique, y también Chile, consiguió que su obra Una Playa Cuyo Nombre No Es Amor, fuera seleccionada para la Antología de cuentos sicológicos CUENTOS DE MENTES lanzada al mercado por Editorial Rubín Buenos Aires Argentina 2023. Tiraje en formato papel.





En una caleta occidental, relamida por su mar reproductor, Emiliano deja de ser niño y empieza a adolecer.
Bisnieto de hipocampos, por su vínculo ancestral en labores oceánicas, pretende titularse de técnico en cultivos marinos, aunque por el momento, para comprar un notebook elemental, sale a vender en su pequeña Coleman, las conchas que su padre Nilo recoge como cangrejo filosófico, apoyado en sus cuatro extremidades. Hijo noble, amoroso y servil, contribuye, muchas veces saliendo para atrás, cuando la pesca anda mal o de mal en peor. 

Los desencuentros orgásmicos de sus padres, lo tienen afligido y no puede concentrarse en sus estudios. 
Escucha que su padre dejará el hogar en cualquier momento. 
Una mantarraya de contaminación oscurece la península: termoeléctrica autorizada, acopiando residuos carboníferos, que viajan por el aire alérgico. Hay peces varados, invasión de aguas vivas, huiros nauseabundos en la arena, y gente intoxicada por el consumo cotidiano de recursos alterados. 
En el sindicato, buzos y pescadores perfeccionan estatutos y reglas. Mujeres igualitarias, también pertenecen al gremio, constructivas, exigiendo sus derechos. Han puesto un corazón papel lustre en el mural informativo. Dina tiene dos hornos y vende empanadas a los veraneantes.
El amor seduce y también es seducido. Arturo guarda un collar de conchas que hizo una mañana, para declarar su amor a Salena y ella aún no lo sabe. Doña Gaviota filetea pescados en el muelle, con cuchillo malabarista, igual que los chiquillos urbanos en la esquina del semáforo. Las olas prometedoras traen y llevan cuchicheo gentil: «La Pucho engaña al marido y él demuestra no saberlo». «Está “empotado” como dicen las abuelas chuchetas». «Luna Llena quedó preñada, después del bailoteo. Ahora está creciendo un latino más, igual que el cangrejo en el vientre del erizo». «San Juan debe confesar a su novia que ya no la ama, porque ama a Salomar». «El amor no se miente, el amor no se inventa, el amor nace, se reproduce y también muere». «El amor no se finge, no debe transarse y ser verdadero, aunque duela muchas veces, sacar la espina de cojinova del corazón». 

Natalina, orgullosa de su madre soltera, pretende romper la tradición de, tres generaciones continuas de recolectoras e instalar una peluquería, una mina de oro, todas quieren verse rubias, futbolistas, emos e influencers. Desea vender accesorios, extensiones de pelo y aprender maquillaje, limar y tatuar uñas tan laaargas como Paloma Mami, que rasguñan espaldas ardientes y juegan a Cupido. Nataniel declarará su amor, pero será rechazado. Una ecologista querrá ser amada y no será. Otros jugarán con él, mientras que muchos serán juguete del amor. 
El amor es una trampa, suelen decir. ¡El amor una bendición! El amor indiscutible. El amor esto, el amor esto otro, el amor aquí, el amor allá… Incluso, facciones sostienen que el amor es un mal, que debe evitarse. Para el remador Juliano el amor es una enfermedad. Millones temen amar y no ser amados. Hay que comprender la realidad del amor, lo que significa y estar conscientes que es algo delicado, que reviste la historia de la humanidad en tragedia, crimen y dolor, al respecto. Es preciso crecer, como la altitud del mar, descender a conflictos humanos y laborales para hacer patria, como reza el adagio “por amor al arte, a la vida, a las cosas, la familia o a lo que sea, pero por amor”. Ser succionado. por la ventosa de las AFP cuestionables, jubilando con una pensión irrisoria, donde no tiene cabida Eros. Esperar que, el candidato electo alcalde, motivado por el amor, ponga una salita de atención primaria, con bajo stock de supositorios chinos.

Emerson rapea frases de amorío urbano, parlante portátil. Recorre poblados y ciudades, con el patrón repartiendo frutos del mar a ferias itinerantes y mercados municipales. Conquistador en las redes sociales, a través de su canal youtubero y tiene su propio cardumen de sirenas enamoradas.
¡El mundo proclama amor! Todos luchan por un sueño. Los botes contra la corriente. La humanidad contra el covid-19. El bueno por el bien, el malo por el mal. El joven castigado, lo hace para que sus padres lo dejen salir al carrete. La luna trasnochadora por ser miel de abejas con diabetes, y el amor por amar o atendiendo al antiguo proverbio “la caridad empieza por casa” entonces, amarse a sí mismo. ¿Cuál será el destino de Emiliano? ¿Le espera la misma suerte que algunos? 
Mientras el mar desova prosperidad incontenida y renovable, balsas con familias en peligro buscan asilo en otros lugares, arriesgan vidas por amor a los suyos y brindarles un futuro mejor. La acuarela de la tarde es un mural de población marginada en el cielo, con frases alusivas al combate social, derrotar la pobreza, quitar la venda a la justicia, sostener imposibles e ideales contradictorios: «Nicol yo te amo, dejaré la mala vida por ti». «¡No a la delincuencia!» «El amor es más fuerte -Juan Pablo II». Procrear una nueva humanidad, alimentada con valores altruistas, pan integral y estevia, para salir de la gordura y el subdesarrollo. 

Sharon, mujer insatisfecha, madre de Emiliano, llena el vacío que Nilo no concluye, con el pulpero manos largas. Al sorprenderlos en la playa, sin poder ocultar la arena acusete en sus cuerpos, Nilo traga la salmuera del fracaso y piensa en su hijo, a quien debe abandonar. Emiliano se niega a dejarlo partir, pero, la vida es así, hiriente como el filo del arpón, punzante como el anzuelo de caza, ardorosa como el látigo de las algas indiferentes. El muchacho escucha la conversación de sus padres, acordando separarse. Impotente se dirige a la ensenada y enfrenta al océano tremendo. Sus manos aprietan erizos… Abrumado en su tragedia, recoge una concha nacarada y corta su palma con el filo…, de inmediato brota el yodo como piure y escribe una carta dirigida al océano, pidiendo que su padre no se vaya, expresando su inmenso amor por él, tan grande como el mismo relente poderoso. Terminado el sacrificio y concluido el manifiesto, lo pone dentro de una botella náufraga, que arroja con rabia y encomienda hacia las olas planetarias. Los tres no duermen esa noche. Sharon borda un pañuelo para Emiliano, expresando su amor con letras color cariño. Nilo se levanta de la cama, como el mito mujeriego en la calina de la costa…, llega hasta la rivera a despedirse y volcar sus lágrimas de tortuga herida. Su bulto listo está esperándolo para zarpar, sin saber claramente hacia dónde. En ese mismo instante, el agua arroja nostalgia…, y en la espuma, algo persuasivo llega hasta sus pies... No puede sostener, la relación marital estable con su esposa y traga espinas de cabrilla.
De regreso, Emiliano escucha cosas íntimas en la conversación de sus padres, pero se niega a despedirse de Nilo. Cegado por llanto de cetáceo, en peligro de extinción, llega hasta el borde mismo del acantilado. Sus ojos derraman anzuelos… Antes de caer, una mano retiene su hombro. Al voltearse descubre que es su padre, quien lo contempla orgulloso, de verlo convertirse en hombrecito, complacido de tenerlo, de sus sueños y esfuerzos desplegados, de querer contribuir sembrando el vientre del mar y hacerse mejor cada día. Entonces, agradecido, le devuelve la botella vomitada ante sus pies por el oleaje, con la carta, como una perla atrapada en un molusco tesorero, sin poder emitir su luz y su hermosura. Padre e hijo, se funden en abrazo irrefrenable…, beso de hipocampo en sus ombligos. ¡Nilo ya no se marcha, a otras comarcas extranjeras! Se queda en la caleta solidario, junto a su hijo, con la veda del loco sin restricción y con protestas sociales emergentes. Sacrifica su hombría por amor, con tal de quedarse junto a su hijo, brindarle sostén, cariño, amistad. Mientras otros abandonan, huyen y se esconden eludiendo su deber, él consiente que Sharon comulgue a conveniencia, con quien ella demande hacerlo, para satisfacción propia, pero siempre en recato pertinente, simulado por el bien de Emiliano, aunque llegue a saberlo el mundo rumoroso, aunque pongan el grito en el cielo, aquellos que no deben o renieguen las piedras insolentes, aburridas de sí mismas, bocas inconformes con todo, guillotinas obsoletas, verdugos de inocentes, anclas oxidadas que impiden zarpar…, siempre junto a su hijo, hasta que la muerte, lo convierta, en molusco roído, sobre la playa cuyo nombre no es amor.
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DE CARRETE EN EL LABORATORIO



Capítulo número nueve del primer libro lanzado por el escritor Domingo Latrille, EL DIBUJANTE DE CORAZONES, el año 2015, en el  Espacio Cultural Bellavista, Bellavista Santiago de Chile.









Cuando Nadia entró repentinamente al laboratorio donde trabajaba, pudo notar una extraña cercanía corporal entre su colega y una enfermera de otra sección del Hospital; disimulando sumisamente se incorporó al quehacer inmediato con grandes dudas, entonces, fingiendo, el tecnólogo médico se dirigió a la enfermera sexy con voz que no convence a nadie, diciendo:  

«Bueno, como te decía, este frasco contiene un espécimen de lombriz solitaria desarrollada en una persona. Tiene cinco metros de largo. Algo asombroso ¿no te parece? »   

Nadia los había sorprendido juntos en otras ocasiones, aunque nunca demostró saberlo, y, de cierto, tenía serias sospechas acerca de ambos, y, sobre todo, de él, su colega y además amante. 
Transcurrían los días trabajando juntos, compartiendo el mismo horario, realizando exámenes, tomando muestras, y acompañados de una variada fauna experimental. La rutina exigente, el sueldo bajo, y los descuentos, habían llegado a entorpecer su relación. Aunque, por otra parte, no podía negarse que ya no saltaban las mismas chispas del comienzo. Nadia sentía celos terribles, una profunda angustia por lo que ocurría, y no deseaba perderlo de ninguna manera. Por esa razón, estaba dispuesta a soportar muchas cosas con tal de seguir junto a él, pero en su interior acumulaba odio atormentándola diariamente, sin que pudiera tener sosiego.   

De pronto, una tarde, al entrar nuevamente al laboratorio, observó que él estaba besando enloquecidamente el cuello de la enfermera... sintió ganas de gritar, romper frascos, microscopios y, a ellos, arañarlos, torturarlos, y quemarlos juntos bajo serios cargos de hechicería, pero, cínicamente al verse sorprendido, presuroso acudió a un salvavidas; tomó el frasco que estaba sobre el mesón de muestras e intentó esquivar el asunto diciéndole a la enfermera manoseada, simulando dar clases de biología:    

«¡Ah! ¿Ves? Esta lombriz es de tipo segmentario. Es como un largo fideo cuyas partes llegan a formar otras. ¿Te das cuenta? Son muchas las cosas que debes aprender de esta especie...»

Nadia, sintiéndose totalmente engañada, corrió hacia el baño y se encerró allí, permaneciendo poco más de veinte minutos tratando de reponerse del impacto, por la infamia de su vil amante, que, solía derretirse como chupete helado delante de otras mujeres, y que poseía la argucia suficiente para conformarla en cualquier percance que tuviera con ella, hasta el punto de ser perdonado. Ya recuperada, un poco más tranquila, él habló a través de la puerta todavía cerrada, pidiendo mil disculpas, diciendo promesas y dulzuras odiosas que, más que agradar, hostigaban de adulación boba. Nadia salió del baño contenida, pero inevitablemente afectada en su interior; él pretendió abrazarla estrechamente para demostrarle su afecto, pero ella interrumpió acotando:     

«Está bien… está bien. No te preocupes, yo entiendo. Tú eres un hombre y ella una mujer muy atractiva. Pero por favor… , no hagas más esto… , me estás haciendo daño…, te lo repito, no sigas con esas cosas. Estoy sufriendo y puedes notarlo. Siento que ya no soporto más esta situación. Tú no comprendes lo que me pasa… Por favor, termina ya.”» 

Luego de reponerse del bochorno ocasionado por su cruel amante, Nadia se dirigió a la mesa de experimentación para continuar su trabajo pendiente, sintiendo haber estado al borde extremo, pero le agradó ver que ella en el fondo estaba sometida ante muchas cosas, sabiendo, además, que nunca renunciaría a acariciar a otras mujeres, hasta el punto de caer al fuego con ellas, sin miras para con su colega amante. Nadia, por su lado, sin poder hacer mucho para cambiar toda esta dolorosa situación, estaba segura que tendría que hacer algo urgentemente para cambiar el nefasto rumbo de las  cosas. Entonces, acudiendo a la formalidad, decidió como muchas veces, invitarlo a cenar a su casa, esa misma noche…, y,  así fue…, se lo propuso en un momento de la jornada. En su mente, él vio flores sobre la mesa, candelabros encendidos, música suave, e imaginaba a la siempre dispuesta Nadia vestida de noche cautivante llena de luminosas estrellas... Mientras, el hipócrita soñaba y soñaba, la profesional entregada volvió al trabajo minucioso, siendo que él notoriamente aburrido, rellenaba inútilmente moviendo tubos de aquí para allá, o acomodaba vasos precipitados ya acomodados de un lugar a otro, esperando la hora de salida. Pensaba en el momento señalado: la cena, el perdón, y los gozos, en que le pediría algo de dinero prestado para sus gastos, y así poder tranquilizar acreedores, cubrir cuotas impagas y deudillas acumuladas adquiridas en los círculos sociales donde asistía tratando de escalar. Por todo esto, Nadia significaba un apoyo no despreciable, puesto que su situación económica y sueldo eran superiores a su ingreso, era, más que cualquier cosa, un puntal donde arrimarse cada vez que lo requería. Era una ayuda incondicional en el momento más necesitado... Llegando la hora de salida ella le dijo:  

«Te espero a las 22:30 en mi casa. Por favor sé puntual. Yo me quedaré un rato más. Tengo que adelantar el resultado de este examen. No te preocupes por mí. Todo estará listo como de costumbre, no faltes. ¡Ah!..., y no te preocupes por lo que pasó esta tarde, ya se me olvidó. Todo está bien.”»

Al oír esto, él sintió como si un coro de ángeles cantara en sus oídos. No podía creer la reacción de ella. Y en el fondo de las cosas, esta postura de corderito sumiso, totalmente conveniente a sus propósitos, sólo venía a reafirmar las convicciones que sostenían su confianza, en cuanto a la influencia ejercida por él... 
De pronto llegó la noche, el invitado de honor estaba preparado…, vestido y dispuesto a conquistarla otra vez. El timbre de la casa de Nadia sonó melodiosamente... La madre de ella lo hizo entrar casi tendiéndole una alfombra roja por donde ingresó para tomar asiento y esperar que ella   apareciera. Nervioso, como dueño de la situación, observaba impaciente el lugar, estirado en el cómodo sofá de poli cuero, con un vaso de whisky en la mano, aparentando un alto ejecutivo de alguna empresa corrupta de servicios varios. La impaciencia latente en su interior era debido al hecho de que una vez habiendo cenado con ella, huiría de ahí para encontrarse con la enfermera necesitada de amor; por esto, planeó inventar un falso dolor estomacal justo en medio de la cena...
De pronto apareció ella, pero no vestía de noche ni brillaba de estrellas, sino que lucía cansada, con el pelo desordenado, ojerosa, como si hubiese estado llorando a mares, y abrigada con un chaleco de su madre cuyas mangas le sobraban. Ante esto, él vio la posibilidad de retirarse más rápido aún… entonces, disimulando todo, le dijo:  

«Guagüita. ¿Está cansada? Mejor se acuesta para que descanse ¿ya? Pero primero comamos algo ¿quiere? Tiene que comer "mijita" para que no se enferme. Mire la carita que tiene. Haber, hágame un pucherito...»   

Pero Nadia se sentía ridícula con todo aquello que le decía, provocándole vergüenza ajena por su conducta, falsamente notoria y canalla..., mientras, la madre de ella observaba todo tras la persiana indiscreta, sabiendo y callando el dolor que sentía su hija, con su mente llena de maquinaciones y pensaba que parecía un toni que no divierte, un vil sinvergüenza sacador de provecho, pero, luego de unos minutos, apareció ante ellos y con una entrega total sirvió la cena, recién preparada. Apresurado, para acortar la brecha aburrida con ella y acercarse más hacia la enfermera, tragó algo de la comida, puesto que Nadia carecía de apetito y revolvía la preparación con el tenedor hostigoso. En ese momento, el astuto procedió a pedirle el dinero prestado, como él lo llamó, por no decirlo de otra manera, acompañando la petición con ensalzamientos creíbles:   

«¡Qué ricos te quedaron los spaguetti! ¿Sabes? No sé qué hiciste, pero hoy saben mejor que nunca. Es cierto, mi vida. Tienen un extraño sabor delicioso.   ¡Hum..., hum! Debes hacerlos más seguido. ¡Exquisito! ¡Bravo!»

 Mientras tanto, la deliciosa salsa de tomates escurría entre los fideos con un aroma hermoso, invitando a ser degustados... Era un hecho indiscutible que habían sido preparados especialmente para él, con gran dedicación y esfuerzo, porque, a los pocos minutos agregó:  

“Nadia, perdóname… ¿Sabes? En realidad…No sé… Estoy comenzando a sentir un pequeño malestar estomacal. Me siento mareado. Creo que no comeré más. ¡Ah!” ¡Qué extraña sensación! Pero no te preocupes todo está bien, ya se me va a pasar. Sin duda debe ser el exceso de trabajo.”»

Siendo que era completamente falso, pues ella solía realizar la mayor parte de los deberes, para que el flojo mediocre deambulara por las secciones del hospital haciendo de las suyas. Pero, todo indicaba el comienzo de la fase escapatoria. Ella disparó fuego con sus ojos, observándolo…, desaliñada, perezosa y aún decepcionada, sintiendo su falsedad, recordándole sus traiciones anteriores, y, al parecer, sin esperanzas de cambiar el rumbo de la infausta realidad que vivía junto a él.  De pronto, el falso seductor se levantó de la mesa y se despidió rápidamente. Dijo sentir cierta náusea, tal como lo había planificado, para finalmente irse, pero con el dinero en su billetera…, y, algo más, al encuentro de la enfermera afiebrada, a quien, sin duda, pondría el termómetro para medir la temperatura corporal, y seguir jugando con ella al doctorcito complaciente, saltando a poto pelado de aquí para allá, siendo perseguido por ella para darle de nalgadas utilizando una mano confeccionada con tabla de cajón de manzanas… Nadia lo vio marcharse de su casa..., pero su rostro desgastado y penoso irradiaba una extraña satisfacción…, como sabiendo que él había obtenido lo que merecía, y que, pronto, muy pronto sabría por qué... 

A la mañana siguiente, cuando Nadia llegó al laboratorio, su colega amante, la tomó fuertemente de los brazos... no para abrazarla… sino que violentamente la estrelló contra la muralla, reprochándole su crueldad...pero lejos de sentir temor o tener algún reparo contra él por esta actitud, sus ojos brillaron como dos astros, totalmente satisfecha de lo que había planificado con premeditación y alevosía, sin una pizca de asco, mientras el hombre, todavía convulsionado, con manchas alérgicas en su cuerpo, enloquecido, y vomitivo, contemplaba horrorizado el frasco vacío donde debería estar, como todos los días, la horrenda y repulsiva lombriz solitaria...que, sin duda alguna, y por ningún motivo posible había salido por su cuenta para irse de carrete a ninguna parte.
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UNA IMAGEN EN VITRINA

Es el capítulo ocho del segundo libro lanzado por el escritor Domingo Latrille, titulado TU AMIGO SECRETO, el año 2016 en la Casa del Escritor de la SECH Sociedad de Escritores de Chile, presentado por el ex presidente de esta entidad el señor Alfredo Lavergne, una lluviosa tarde de invierno, en la comuna de Providencia, Santiago de Chile


 Cada día, camino al trabajo, un cotidiano hombre, solía ver difusamente reflejado en los escaparates de un gran mall, a un sujeto que atraía su atención, haciéndolo reflexionar acerca de él. Sí, el reflejo de aquel hombre, junto con la multitud circulante lucía perfecto. Comprendía bien que, nadie quiere quedar mal ante los demás y por consiguiente, es propio intentar por todos los medios, llegar a destacarse, tratando de conseguir mejoras, status, profesionalismo, también componer la apariencia, y, así precisamente lucía aquella imagen desconocida. 
Día tras día, envuelto en el enjambre humano, movilizándose en una ciudad que avanza, generalmente ocurría que, al pasar frente a los espejos del mall, allí estaba, fugazmente, la imagen del individuo que no podía identificar, entre el tumulto. 
 ¿Quién sería...? En medio de vendedores ambulantes, artistas callejeros, colectas, alumnos, trabajadores ¿Cómo podría saberlo? 

Atareado por las presiones de la vida exigente y presurosa, aquella imagen, le permitía de escapar de sus propios asuntos, e inmiscuirse, especulando, acerca del mundo y derecho de otro hombre, consiguiendo olvidar por instantes, las responsabilidades y demandas de su propia existencia. Sabiendo que cada minuto cuenta en la vida, perdía su tiempo inútilmente, divagando, acerca de puntualidades fuera de lugar. De acuerdo al estado mental oscilante, difícil de mantener estable para cualquier persona, un día consideró que, aquel sujeto lucía indiferente ante el mundo, por tanto, “sin tener arte ni parte” en el asunto, se preguntó:         

«¿Cómo es posible que en el áspero mundo, con todas las dificultades permanentes, la crisis económica, el desempleo, la falta de dinero y, algo más olvidado en el tintero, este tipo aparente despreocupación y ligereza?” “Tal vez sea una manera de fingir indiferencia ante realidades elocuentes que, sin duda alguna, le afectan, intentando disimular; o de cierto, tiene una venda puesta en sus ojos, para no aceptar las cosas y cuando la venda cae, consigue tapar el sol con un dedo, evadiendo la cruda realidad que gobierna a muchos.» 

La actitud considerada, lo hizo llegar al punto de, caer en su mente en críticas severas respecto de aquel. Por supuesto, sus propias bajezas no entraban en tela de juicio, sino que, solamente consideraba las cosas que a él pudieran molestar, del fugitivo proyectado en el vidrio. Claro, la soberbia con la cual aquel hombre se desplazaba, le producía irresistibles deseos de colocarlo entre la espada y la pared, quizás, abofetearlo con reproches habría sido poco; Innecesariamente, solía perder tiempo y esfuerzo, en deducir, el porqué, del aparente comportamiento desinhibido del transeúnte, tomando caldo de cabeza fatuo, riñendo consigo mismo, al pensar en la razón por la cual, aquél no miraba a nadie cuando circulaba por el sitio.    
La imponente postura arrogante, con la frente en alto, por encima de los demás, demostrando ser superior, por la causa que fuera, le sacudía las entrañas de rabia y escozor; pensó en un momento furtivo, que pudiera tratarse de algún personaje de la farándula chilena, quien, habiendo alcanzado cierta fama y consideración pública, casi siempre efímera, se había construido un castillo light, que muy pronto se derrumbaría, como son las cosas inestables que, no permanecen mucho tiempo vigentes. Mientras caminaba por la amplia avenida, enfrentado al cardumen de seres enloquecidos por avanzar, con sus afanes de subsistencia, adentro..., muy adentro de su mente, realizaba círculos en el piso, con su mano puesta en el mentón, argumentándose mil debates sobre el parecer y proceder, del hasta ahora desconocido callejero.

 ¿Qué cosa tan extraña proveniente de ese hombre traería discordia a su conciencia? ¿Por qué le resultaba imposible desprenderse del conflicto, provocado al ver su imagen pasajera? 

De cualquier manera, tras acalorarse combatiendo en su interior, por cosas externas, lentamente, luego de un rato, las aguas turbulentas del Mapocho, conseguían calmarse, volviendo nuevamente al cauce de sus asuntos inmediatos. Las deudas vigentes, demandaban conseguir trabajo extra para ser cubiertas; La ayuda entregada a sus tres hermanos con déficit mental, lo mantenía atado a compromiso monetario inevitable; Debía cumplir los horarios establecidos en los institutos, donde impartía clases de idioma extranjero y soportar la pedantería del director agrio, la majadería del filoso subdirector y el desprecio junto a la discriminación, de la jefa de la unidad técnica pedagógica. Con el paso de las horas, realizaba su labor profesional, empeñado en cumplir con satisfacción, cada una de sus actividades.     
La severidad con que solía tratar los defectos de la gente, era una de sus características más notorias; Debió ser crítico certero en vez de pedagogo, así, sin duda alguna, habría desarrollado a cabalidad aquella acentuación de su persona, que lo convertía, según su propio autoexamen, en un singular combatiente de los derechos humanos; Sí; Cada vez que alguien realizaba algún comentario, él siempre le encontraba peros; Cuando otro en demanda de algo, publicaba artículos en periódicos o revistas, él, como siempre, estaba en desacuerdo, todo le parecía mal, nada expresado por sus congéneres era acertado para él, era como señala el dicho:
«si no es por vaina es por sable,»
De esta manera, su inconformidad lacerante desbordaba su propia tolerancia, no existía mesura en su arrebato, de manera tal que, continuamente hallaba razón de fijarse en otros; El hecho es que jamás observaba su proceder, no existían espejos para evaluarse, en él, al parecer, todo no estaba bien, ¡estaba muy bien! Siempre tenía la razón, no existían malos aciertos ni equivocaciones, o sea, “donde ponía el ojo ponía la bala”, que nadie se atreviera, a poner en la balanza la certeza de sus convicciones, no aceptaba ser aclarado, ni existían otras posturas que no fueran las reglas suyas; Se podría pensar que era autoritario, aunque proclamaba ser demócrata, se reconocía abiertamente derechista, aunque en teoría pensaba en el progreso y bienestar común a modo socialista, es más, si él hubiera tenido poder a su alcance, sin duda, le habría quitado parte de sus haberes a algunos, para entregárselos a otros; en fin, consentía que una de sus hermanas se comiera todo lo que pudiera del refrigerador, pero cuando la otra, siendo más mesurada en las raciones, llegaba del centro con alguna cassata o porción de comida china, y no compartía con la glotona, ni con nadie, era un enfado terrible,  procediendo a quitarle de las manos  para convidar a la excesiva que, poco faltaba para que se los comiera a ellos mismos, dominada por su gula, logrando imponer así, más que su criterio equivocado, su falta de criterio. 

La jornada terminaba con su extenuante exigencia, y el país de vuelta hacia el descanso, por las calles atestadas de hormigas laboriosas y flagelos parásitos, aguardando el momento de asaltar en la oscuridad. El ritmo palpitante del sistema motor, rugía en su selva de leones… , el humo aterrador ensuciando el aire percudido, los niños vagabundos acechados en los orbes, madres angustiadas por llegar a sus hogares, hombres desviándose de la ruta hacia sus esposas, yendo en un chispazo, a evacuar sus gónadas en mujeres placenteras o cualquier deleite, según requerimientos, antes de llegar donde sus hijos, ayudarles a realizar sus tareas o quizás, preocuparse un poco, de los problemas que pudieran afligirles, para luego, poner la cabeza en la almohada inconforme del cuarto matrimonial, y dormirse sin un beso de misericordia. 

En este río caudaloso, enfrascado suministro de suciedades, mal oliente vapor de corrupciones, y a la postre, retén de encarcelados, se desplaza, comúnmente, en un precipicio sin vuelta, este hombre a quien todo le complica, cuya causa no está subordinada al pensamiento de nadie, sometido, quiera o no, al potente vaticinio de las cosas. En su mundo superfluo de creencias, no se otorga un instante verdadero para ver la paja de sus ojos, cargando, sin notarlo, con su propio descontento inexplorado, cegado por las luces que pasan efusivas, estorbando los sentidos exhaustos, debiendo esquivar en su desplazamiento, como si fueran asteroides errantes sin destino, el gentío ensimismado, pisando el acelerador del proceso y demandas inmediatas, en la eterna lucha callejera. Entonces, al ser atacado por las dudas, el miedo cautivo en el cerebro, siempre esclavo de sí mismo, nunca liberto, preso en su espacio de contradicciones, comienza el motivo de inquietud, buscando un culpable de paso... entre tanto motivo escondido, entre tanto incauto transeúnte, aparece, otra vez, la imagen de turno en el escaparate de siempre, diciéndole:  

«¡Mira... aquí estoy yo! ¡Desahógate. Dispárame tus dardos como si yo fuera el blanco!» 

 Sí, y, de nuevo la puerta escapatoria, el motivo recurrente de queja: la figura desconocida provocándole aspereza y desconfianza; En efecto, para él resultaba asombrosa y exageradamente molesta. ¿Se trataría acaso de alguna figura política que, teniendo el toro por las astas, debido a influencias ganadas, en el bajo mundo de sobornos y favores adeudados, controlaba algún cargo público, manipulando situaciones y personas, como un semidiós corrupto, guardián de dioses superiores y que abusaba de la gente necesitada? Pero, a fin de cuentas, era muy conveniente a sus afanes de enojo y controversia, la perfecta “piedra de tope”, para desembocar en ella, su inestable posición de las cosas y entonces, reflexionaba:

«¿A quién corresponderá aquella silueta de hombre, airosamente desprendida de tormentos y de apariencia prominente? Tan gallardo que camina… Claro, como viste terno y corbata ‘se cree el hoyo del queque’?»
«De seguro es uno de esos arribistas insoportables, tratando de trepar por las enredaderas del clasismo social.» «¿Quién se creerá que es? ¿No se habrá visto a fondo para observar con claridad, sus obviamente axiomáticos pecadillos infernales, por decir lo menos, de baja estima? »
«¡Mírenlo! Ahí va sin mover un solo músculo, sin que nada le preocupe o tuviera el cielo ganado, tan sólo por ‘creerse la muerte en Bikini  aparentando lo que no es. ¡Cómo lo detesto! Si pudiera tenerlo frente a mí, le diría cuatro cositas, para demostrarle que ‘no todo lo que brilla es oro’, ni que, ‘el hábito hace al monje.»
«No entiendo cómo pueden existir tipos como ése, creyendo que, por llevar un simple maletincito, colgando de su mano, ya tiene comprado el mundo. Seguramente contiene puros papeles, para simular ser un gran personaje.»
«Y esos lentes oscuros..., ¿creerá acaso que le quedan muy bien? No tiene idea el pobre iluso, que, mejor se hubiera quedado en su casa, y así no descomponer el día. ¿Qué digo? ¿Casa? De seguro que ni eso tiene.»
«Debe alquilar algún cuartucho pequeño, en alguna pensión barata, fingiendo alto rango y prestancia que, de cierto le queda sobrando. ¡Sí, ja, ja, ja, ja! ‘Le queda grande el poncho’. Estoy seguro, es un fracasado fingiendo ganar. ¡Cómo poder saber quién es! Pero en este mar de peces entorpecidos, me resulta muy difícil. Un día de estos me detendré y llegaré a develar este misterio.»
«¡Cuánto me desagrada! Aparenta sabérselas todas. De seguro que aquello que no sabe lo inventa. ¡Ah! ¿Hasta cuándo tendré que verlo reflejado en esos vidrios, como si fuera un alto jefe, pero que trae colgando una hilacha en su traje? Y tan arregladito el regio, con seguridad que está hasta el tope con deudas en las casas comerciales. Deberían darle un premio por ser el mejor cliente de DICOM. Está soplando el viento fuerte, no se le vaya a desarmar el peinado con gel corriente que luce..., ¡mmm..., parece que está mirándome..., sí..., creo que se va a dirigir a mí. Por fin ha llegado el momento que tanto he estado esperando. Tendré la posibilidad de decirle lo que pienso y poner los puntos sobre las íes.»

Pero, de pronto, algo ocurrió que cambiaría su vida para siempre. Sin pensarlo, se estaba realizando su deseo… Los acontecimientos del destino   torcieron el rumbo de las cosas, decidiendo inclinar la balanza hacia un extremo de lo posible; de cierto, algo inesperado e inquietante se presentó, de manera determinativa para este hombre; Claro…mientras las nubes en el cielo se ordenaban, de acuerdo a ecuaciones lineales, la imagen desconocida comenzó a aproximarse hacia él... ¿Se trataría, sin saberlo, de algún salvador que lo libraría de juicios y embargos por deudas? ¿O tal vez, llegaría a conocer a ese hermano desaparecido, en la década del setenta, del cual nunca más supieron? Quizá este hombre entraría en su vida, para siempre, gobernando sus sentimientos o pudiera develar el gran misterio del origen de su padre verdadero; tras unos breves instantes de cavilación, abrió la boca expresando:   

«Se está acercando..., viene recto y decidido hacia mí..., derechito a la boca del lobo. No sabe lo que le espera, ni se imagina ‘"con qué chichita se va a curar", y por supuesto, como siempre suele hacer, finge no estar mirándome, pero en el fondo es un petulante. Es tan sólo un grano de arroz en una olla común. Por lo menos yo soy pedagogo. Tengo todo el derecho del mundo, de mirar en menos a otros, puesto que hagan lo que hagan, no se comparan con mis conocimientos. Yo soy orgulloso de mí y nunca me rebajaré, ante ningún estúpido.»
«Lejos este simulador no me engaña... Y todo este gentío caminando a mi lado, me molesta…, no los veo..., yo soy yo, y ellos ¿Quién sabe? Desvío mi cara para no verlos. Levanto mi frente por encima de mis hombros... Y el tontorrón viene hacia mí..., parece que me va a hablar...  Al principio lo ignoraré para demostrarle mi antipatía.»
«Nunca antes lo había tenido tan cerca como ahora... Si hasta puedo ver sus detalles faciales... Haber, haber, haber... un momentito..., parece que me recuerda a alguien, pero no estoy seguro a quién. Ahí viene... ¡Qué hago en primera instancia! »
«¡Oh! ¡Pero qué estoy viendo! ¡No lo puedo creer! ¡Qué veo! ¡Esto no puede ser! ¡Qué significa esto! ¡Es una jugarreta del destino! ¡Por qué me sucede a mí! ¡De qué manera enfrentaré esta realidad! ¡Nunca me había pasado algo así! ¡Estoy desconcertado! ¡Cómo no me percaté de lo que era! ¡ ¡No he sido capaz de ver con claridad! ¡Me avergüenzo de mí mismo! ¡Lo veo y no lo creo! ¡Cómo no lo vi antes!… ¡Me recuerda a mí! ¡Claro, si soy yo mismo! ¡Soy yo mismo!
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